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Análisis del antigitanismo
nismo ha sido interiorizado por un buen número de
gitanos, además de las poblaciones mayoritarias.
Las encuestas de opinión en Luxemburgo (Legrand,
2004), Malta y Dinamarca (European Values Estudio,
1999) muestran que el antigitanismo opera incluso en
ausencia de contacto directo con los romaníes. La
encuesta muestra que al 25% de las personas luxem-
burguesas no le gustaría tener a gitanos como veci-
nos, a pesar de que, según el censo, no hay gitanos
en Luxemburgo. El rechazo más fuerte se encuentra
entre los trabajadores y amas de casa, los más ba-
jos entre las personas que tienen una profesión liberal.
Más del 30% de los entrevistados en Malta declararon
que no querían tener gitanos como vecinos. No hay
ningún gitano viviendo en Malta, según el censo ofi-
cial. El informe muestra que al 15,2% de los encuesta-
dos en Dinamarca no le gustaría tener como vecinos a
gitanos. En Dinamarca, prácticamente no hay gitanos
(menos del 0,001%).
Aunque no haya interacción social, o conflictos o, en
muchos casos, ninguna forma de contacto, las pobla-
ciones mayoritarias rechazan a los gitanos. Esto refuer-
za mi opinión de que el antigitanismo es una ideología
racista que tiene fuertes similitudes con formas especí-
ficas de racismo como el antisemitismo. El antigitanis-
mo a menudo sirve para justificar el orden social exis-
tente, manteniendo al gitano permanentemente en una
posición social inferior.
El antigitanismo también se refleja en una forma de falsa
conciencia por parte de los propios gitanos. Un número
significativo de romaníes niegan sus raíces en un inten-
to de escapar al estigma social asociado a la identidad
gitana. La mayoría de ellos, especialmente profesionales
de éxito gitanos, logran ocultar su origen familiar y fi-
nalmente pierden su identidad étnica y se asimilan a esa
mayoría que normalmente rechaza a los gitanos. Esto
generalmente no es posible para otros grupos que su-
fren el racismo y podría usarse como un argumento de
que los sentimientos antigitanos no están basados en la
raza o el origen étnico, sino en estereotipos y prejuicios
históricos contra los romaníes. Esto se refleja muy bien
en la discrepancia entre el número estimado de gitanos
y el número mucho menor que aparece en los censos
oficiales, como se refleja en los documentos del Con-
sejo de Europa.
Se gasta una enorme cantidad de energía en la justifica-
ción o legitimación política y económica de la exclusión
cultural de los gitanos. Los prejuicios contra los roma-
níes no sólo se basan en la raza, sino en una combinación
-única en cada región o país- de la religión, el idioma, la
cultura y la apariencia física. Por otra parte, a los gitanos
se les identifica según los barrios, pueblos, regiones o
países en los que viven, la clase social, profesiones “es-
pecíficamente gitanas”, formas de hablar, vestimenta e
incluso por su comportamiento. Este complejo ejerci-
cio de construcción negativa de estereotipos sobre los
gitanos -basados en cualquier característica que mues-
tren los gitanos en un área en particular- no es típico
del racismo, que se centra en la raza o el origen étnico
solamente, en una serie de características clave como
el color de piel, el idioma o la religión. De esta manera,
el antigitanismo es capaz de adaptarse y los gitanos
permanecerán siempre señalados, independientemente
de los cambios que se den en su condición social, las
condiciones o las prácticas de vida, siempre y cuando
admitan ser gitanos.
Ambalvaner Sivanandan, director del Instituto de Rela-
ciones Raciales de Gran Bretaña, escribió en 1973 que el
racismo era «una ideología explícita y sistemática de la
superioridad racial.» En 1983, llegó a pensar que «el ra-
cismo tiene que ver con el poder, no con los prejuicios.»
En 1985, lo relacionó con «estructuras e instituciones
con poder para discriminar.»
El antigitanismo incluye
características de todas sus definiciones de racismo;
sin embargo, no se reduce sólo a ellas. El antigitanismo
es una forma muy específica de racismo, una ideología
de superioridad racial, una forma de deshumanización y
de racismo institucionalizado. Está alimentado por una
discriminación histórica y por la lucha por mantener las
relaciones de poder que permiten tener privilegios a los
grupos mayoritarios.
Ello se basa, por una parte, en te-
mores imaginarios, estereotipos negativos, y mitos y,
por otra, en la negación o el borrado de la conciencia
pública de una larga historia de discriminación contra los
gitanos. Se ignoran no sólo acontecimientos en los que
los gitanos y las gitanas fueron asesinados de forma
brutal, sino también cualquier característica no estereo-
tipada de la vida de los gitanos. Los prejuicios contra
los romaníes van claramente más allá de los estereotipos
racistas que los asocian con rasgos y comportamientos
negativos. La deshumanización es su punto central. Los
gitanos son vistos como menos que humanos; siendo
menos que humanos, son percibidos como seres que
no tienen moralmente derecho a disfrutar de derechos
humanos iguales a los del resto de la población.
Al igual que cualquier ideología, el antigitanismo puede
adaptarse, manteniendo a los gitanos como objetivo,
independientemente de los cambios que hagan en su
estatus social, o en sus condiciones y prácticas de vida,
siempre y cuando admitan sus raíces étnicas.
El antigitanismo tiene tal desprecio por la razón, los he-
chos, y el debate intelectual que apenas se esfuerza en
justificar sus contradicciones, a menudo ideológicas, y
sus cambios, una característica que lo vincula fuerte-
mente con el fascismo.
Traducción del inglés por Javier Sáez.