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Discriminación y Comunidad gitana 2014

dos estrategias argumentativas que explican ese trán-

sito desde el racismo esclavista al racismo “científico”:

la negación de la realidad (el racismo no era racismo) y

la racionalización de la realidad, tanto religiosa (la des-

igualdad entre las razas es algo que quiere Dios y que

aparece en la Biblia), como naturalista (la desigualdad

racial tendría fundamentos biológicos y la superioridad

de unas sobre otras es consecuencia del principio de

la supervivencia del más fuerte: teorías del darwinismo

social). A ello habría que añadir la operación racista por

excelencia: la proyección, que consiste en culpabilizar a

la víctima de su situación. Es una racionalización conser-

vadora, fundada en la convicción de que el mundo tie-

ne un orden natural y justo, de modo que las personas

que están en desventaja lo están porque se lo merecen

o se lo han buscado ellos mismos. No habría “víctimas

inocentes”.

No hace falta decir que algunos de los mecanismos

ideológicos de este viejo racismo aún perduran (la ne-

gación o la proyección), aunque se haya descartado

como objetivamente falso su andamiaje biológico. Los

racistas clásicos

avant la lettre

, por ejemplo, los grupos

nazis, tienen un ajuar ideológico objetivamente deliran-

te, pero sus acciones son tristemente reales. En cual-

quier caso, son una minoría. El fenómeno preocupante

en la actualidad es otro. Federico Javaloy (“El nuevo ros-

tro del racismo”, Anales de Psicología, 1994, pp. 19-28)

lo ha descrito muy bien. Los primeros que empezaron a

hablar de “neo-racismo” o de “racismo simbólico” fueron

D.O. Sears y D.R. Kinder en 1970. En esta nueva moda-

lidad de racismo, el lenguaje es decisivo, ya que es un

racismo que no confiesa directamente su naturaleza y

se refugia en sobreentendidos, suposiciones y afirma-

ciones implícitas. Es sutil e indirecto, lo que le reporta

ventajas, como recubrirse de un aire de respetabilidad

social y hacerse aceptable en el discurso político.

El racismo simbólico del que hablaban Sears y Kinder se

fundaba en el prejuicio contra los afroamericanos, pero

se disfrazaba de la defensa del estilo de vida americano

frente a ellos. Importado a nuestro país: los gitanos, los

inmigrantes, etc. no contribuyen al desarrollo del país, sino

todo lo contrario; apenas aportan nada socialmente valio-

so y, a cambio, reciben abundantes prestaciones públicas.

Las recientes declaraciones del alcalde de Vitoria respec-

to de que argelinos y marroquíes viven principalmente

de ayudas públicas es un buen ejemplo. Las medidas de

acción o de discriminación positiva hacia estas minorías

son contempladas como injustas. Se niega la existencia

misma de la discriminación: se niegan las desigualdades en

el acceso a la educación, el empleo o la vivienda; muchos

piensan que las oportunidades están abiertas a todos por

igual (e incluso que las minorías abusan de los derechos

y servicios sociales –estos serían, además, inmerecidos)

y si los gitanos y otras minorías tienen menos y peores

trabajos o formación es estrictamente culpa suya.

El neo-racismo hace compatible sus prejuicios con una

visión favorable de la igualdad de trato; al mismo tiem-

po, se rechaza la discriminación, pero también los medios

destinados a combatirla. La crítica a las minorías étnicas

es sutil (se utilizan las estadísticas, por ejemplo, para de-

mostrar que el número de miembros de minorías étnicas

en las cárceles es notablemente mayor que el de la po-

blación general); se rechazan los estereotipos burdos y

la discriminación descarada. Se exageran las diferencias

culturales. Este racismo líquido disimula la hostilidad ra-

cial, utiliza un lenguaje tan políticamente correcto como

falso, genera una aceptación pública, pero un rechazo pri-

vado, produce reacciones de evitación de la convivencia,

desplaza la idea biológica de raza hacia la cultura (“nuestra

cultura” frente a la de otros) y la desigualdad hacia la di-

ferencia (no habría discriminación, sino legítima diferen-

cia, exaltando un enfoque multicultural y no intercultural:

todas las culturas son respetables, pero cada una debe

avanzar por su carril, sin mezclarse).

Para comprender mejor este racismo líquido, tan carac-

terístico de la sociedad española, hay que tener en cuen-

ta uno de sus elementos principales: muchas personas

tienen comportamientos neo-racistas pero no son cons-

cientes de ello; al revés, seguramente rechazarán vehe-

mentemente y con sinceridad el racismo o la xenofobia.

Es un racismo a menudo inconsciente. El racismo se per-

cibe por la inmensa mayoría como algo profundamente

erróneo desde el punto de vista moral, social, cultural y

legal; de modo que es algo que nos prohibimos ideo-

lógicamente. Pero los prejuicios racistas siguen incólu-

mes. Así que esta contradicción se resuelve reprimiendo

conscientemente el racismo, que, no obstante, emerge

una y otra vez a la primera oportunidad.

III. Algunos ejemplos de racismo líquido.

Para comprender mejor qué es el racismo líquido y dar-

nos cuenta de su plena vigencia entre nosotros, podemos

poner muchos ejemplos de la vida cotidiana. La mujer que

se niega a alquilar un piso a una doctoranda por ser pe-

ruana. El guardia de seguridad que escolta a una gitana en

una tienda desde que entra por la puerta hasta que sale. El

encargado de una piscina municipal que invita a una mu-

jer gitana y a su hija a abandonar la piscina municipal para

no contaminar el agua. El camarero que expulsa de un bar

de copas a un grupo de marroquíes para que “no le es-

panten la clientela”. El empleador que se niega a contratar

a alguien cuando se da cuenta de que es gitano. Todos

estos ejemplos y muchos otros que podrían aducirse en

causa tienen algo en común: los que discriminan no saben

que han actuado por prejuicios racistas y las víctimas no

conocen, ni confían, ni acudirán a los mecanismos de re-

paración de la discriminación (que, por otro lado, no están