Encuesta en torno a la Discriminación en Euskadi

La mitad de las vascas y vascos reconoce que no alquilaría una vivienda a una persona gitana [editar]

Según la Encuesta de Percepciones y Actitudes en torno a la Discriminación en Euskadi (EPADE) 2024, del Observatorio Vasco de Inmigración – Ikuspegi

6 de Mayo de 2025

FSG Igualdad y No Discriminación

La aceptación del pueblo gitano mejora con respecto a 2023, según la última Encuesta de Percepciones y Actitudes en torno a la Discriminación en Euskadi (EPADE), pero las gitanas y gitanos siguen siendo el grupo social más discriminado.
El estudio tiene como objetivo monitorizar los discursos racistas en el País Vasco y ofrecer evidencias para el diseño de políticas públicas más eficaces contra los prejuicios.

El 76% de la población vasca prefiere vivir en una sociedad diversa y se muestra favorable a la inclusión plena de los distintos grupos sociales, según la Encuesta de Percepciones y Actitudes en torno a la Discriminación en Euskadi (EPADE) 2024, del Observatorio Vasco de Inmigración – Ikuspegi.

Las vascas y vascos tienen, en general, una visión de su tierra como abierta y tolerante. Donde, sin embargo, más flaquea el diagnóstico es en la discriminación hacia las gitanas y gitanos, la más extendida. El 58,6% de las personas encuestadas considera que esta discriminación está muy o bastante extendida. Hay una notable mejora con respecto a 2023, cuando el porcentaje ascendía al 71,4%, pero el antigitanismo sigue siendo el prejuicio más extendido.

Por ámbitos, ser gitana/o se considera la tercera causa de discriminación en el acceso al empleo, por detrás de “tener poca formación”, y a un nivel similar a “ser inmigrante o tener origen extranjero”. En las barreras para el acceso a puestos de responsabilidad, solo la baja formación supera a la condición de persona gitana. Discriminación similar para las personas gitanas se percibe en la aplicación de las leyes, en el acceso al sistema de protección social o en el acceso a las ayudas sociales y a los servicios públicos como la educación o la sanidad.

Los resultados cambian al preguntar por las actitudes personales de las personas encuestadas y las actitudes que perciben en las personas de su entorno. En una escala del cero al diez, el nivel personal de apertura de hacia las gitanas y gitanos es de 6,82, pero la media desciende al 5,05 cuando se pregunta por el nivel de aceptación hacia las percibido en las demás personas. En todo caso, es el grupo social con el menor nivel de aceptación en el País Vasco, a mucha distancia del resto (el segundo grupo con mayor rechazo, el de las personas inmigrantes o de origen extranjero, registra un 7,96 sobre diez en aceptación personal, y un 6,43 cuando se pregunta por las actitudes percibidas en las personas del propio entorno).

Estas diferencias se constatan cada vez que se pregunta de forma diferenciada por la valoración personal y por la percepción de la discriminación existente en su entorno social. La explicación, aclara el estudio, se encuentra en que la deseabilidad social influye mucho más en el primer caso (las personas tienden a mostrarse más tolerantes y abiertas de lo que en realidad son), mientras que son más críticas a la hora de juzgar los prejuicios de los demás.

De este modo, el 62,3% de las personas encuestadas afirma que contrataría a una persona gitana en igualdad de condiciones que el resto (el porcentaje más bajo entre los colectivos sobre los que se pregunta), pero solo el 45,2% piensa que las personas de su entorno estarían dispuestas a hacerlo. En lo que respecta a la vivienda, en el hipotético caso de poseer una vivienda que se quisiera poner en alquiler, solo el 51% de las personas encuestadas afirma que no tendría problemas en arrendársela a gitanas o gitanos (de nuevo, el grupo con mayor discriminación), mientras que solo el 39,5% cree que las personas de su entorno lo harían.

Cuando, de nuevo en el terreno de lo hipotético, se pregunta a las personas encuestadas cómo de cómodos se sentirían si tuvieran un hijo o hija con una pareja gitana, la media de aprobación es de 6,56 sobre 10, en esta ocasión por delante de personas musulmanas (6,15) o con alguna enfermedad mental (6,38). En línea similar, solo el 56,4% de las personas encuestas afirman que no les incomodaría nada convivir con personas gitanas (con el siguiente grupo en la lista, el de personas con alguna enfermedad mental, la media aumenta en más de 15 puntos, hasta el 72%).

En el apartado de apertura hacia la diversidad en puestos de liderazgo político, hay aceptación a un hipotético lendakari o una lendakari gitana (7,20), si bien se trata de la opción que menos entusiasmo genera, a considerable diferencia de la siguiente opción planteada (un/a lendakari de diferente origen étnico recibe una aprobación de 7,92 sobre 10).

En el ámbito educativo, hay consenso sobre la conveniencia de incluir en el currículo y el material escolar contenidos sobre la historia del pueblo gitano (el 27,5% está de muy acuerdo y el 47,1%, simplemente de acuerdo). Sin embargo, cuando se plantean estrategias similares con respecto a cualquiera de los otros siete grupos sociales, la adhesión es superior. 

Evidencias para combatir los prejuicios

Una de características de la encuesta EPADE, que se lleva realizando en Euskadi desde 2020, es que se alinea con otros barómetros similares, como los llevados a cabo por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE (FRA), la Comisión Europea, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el Ministerio de Empleo y Seguridad Social o la Encuesta Social Europea.

Con una muestra de 1.200 personas, 400 en cada territorio, el objetivo es visibilizar “la existencia de un sistema de creencias excluyentes latente en la sociedad”, monitorizar “los discursos xenófobos y racistas”, posibilitar un mejor enfoque de “políticas públicas basadas en evidencias” y “justificar las iniciativas sociales para una lucha contra los estereotipos y prejuicios”.

De particular interés en las conclusiones del estudio es la conclusión de que las vascas y vascos aceptan bien la diversidad en lo que se refiere al aspecto físico de la persona o al ámbito de su vida privada, pero toleran menos las manifestaciones culturales de esa diversidad en las relaciones sociales y el espacio público.

El estudio identifica también los grupos sociales con mayor prevalencia en actitudes discriminatorias, entre los que resaltan las personas de 65 o más años, las residentes en Bizkaia, la personas con estudios primarios, católicas, con ideología de centro o derecha o con estatus socioeconómico bajo. El sentimiento nacionalista no influye, si bien las personas extranjeras son más propensas a la aceptación de las diferencias.

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