COMUNIDAD GITANA Y OTRAS MINORÍAS
ÉTNICAS EN CADA PAÍS (PORTUGAL)

Es evidente y conocida la vulnerabilidad de los grupos étnicos minoritarios a situaciones de pobreza y exclusión social. En efecto, en Portugal, se estima que el 15% de los individuos que viven en situación de pobreza en medios urbanos es de origen étnico minoritario.

La existencia diaria de gran parte de estos individuos se ve marcada esencialmente por la precariedad de las condiciones de trabajo, que es generalmente ejercido en los sectores menos cualificados y más marginales de la economía; por las bajas calificaciones escolares, asociadas a altas tasas de fracaso y abandono escolar precoz; y por la falta de acceso a la información y el desconocimiento de los propios derechos.

A los factores citados se unen otros más subjetivos, de carácter cultural, que pueden llegar a ser un obstáculo para el acceso de los grupos minoritarios a la participación y los derechos socialmente reconocidos en la sociedad portuguesa. Estos rasgos culturales y subjetivos constituyen formas de resistencia y adaptación de los grupos minoritarios a condiciones de vida adversas, pero son igualmente producto de un desconocimiento mutuo entre grupos minoritarios y mayoritarios, que generan reacciones hostiles, fundadas en el prejuicio que modela los comportamientos y actitudes de ambas partes.

Generalmente, las comunidades gitanas en Portugal constituyen grupos excluidos que todavía viven al margen del ejercicio efectivo de la ciudadanía que les pertenece por derecho. Se mueven en una realidad que oscila entre la “obligatoriedad” de la aculturación total y el deseo de mantener su identidad cultural.

Pobreza y Exclusión Social

La noción de pobreza, específicamente relacionada con los aspectos materiales de las situaciones de precariedad, se ha venido dejando de lado para dar paso al concepto de exclusión social que “permite designar simultáneamente los procesos y las situaciones resultantes de éstos […] con mayor rigor que la de pobreza, […] tal noción destaca el carácter multidimensional de los mecanismos mediante los cuales personas, grupos y territorios se ven excluidos de la participación en el intercambio, las prácticas y los derechos sociales que constituyen la integración social y, de esta forma, la identidad.

De hecho, en Portugal, los perfiles tradicionales de pobreza han venido experimentando modificaciones significativas. Aunque la mayoría de los “pobres” en Portugal sigan siendo ancianos, campesinos, jornaleros, obreros de la industria y de los servicios menos cualificados y peor remunerados, los datos de la Encuesta de los Presupuestos Familiares de 1995 revelan la aparición de nuevas categorías de personas pobres resultantes de dinámicas relacionadas con el desarrollo económico experimentado por el país en las últimas décadas.

De este modo, y precisamente por ello, la realidad actual obliga a que el concepto de exclusión social sea, sobre todo, un concepto flexible ante las modificaciones que se producen con mucha rapidez. En efecto, aunque vayamos encontrando características comunes a lo largo de la historia social, no cabe duda de que las últimas décadas han sido prolíficas en modificaciones, que han cambiado la cara de la pobreza y la exclusión social en Europa.

Minorías e inmigrantes

Los fenómenos migratorios en Portugal no son recientes; a lo largo de varias décadas, los portugueses han sido protagonistas de historias de emigraciones.

Desde el 25 de abril de 1975 se nota una cierta inversión – Portugal se convierte en el país de destino de miles de “retornados” de las ex colonias, lo que provoca cambios profundos en la estructura de la población portuguesa. Hasta esa fecha, la composición étnica de la población era relativamente homogénea (a excepción de las comunidades gitana y caboverdiana).

Los inmigrantes que hoy en día llegan a Portugal ya no son sólo trabajadores procedentes de los países africanos, sin ninguna capacitación. Hoy llega a Portugal un número indeterminado de inmigrantes procedentes de los países del Este, con cualificación académica de nivel medio y superior.

Los datos estadísticos , referidos a 31 de diciembre de 1999, indican la existencia de 190.869 ciudadanos de nacionalidad extranjera residiendo legalmente en Portugal, según la información facilitada por el Servicio de Extranjeros y Fronteras.

En cuanto a las nacionalidades de los residentes extranjeros, destacan los nacionales de los continentes africano y europeo, que representan el 47% y el 30% del total, respectivamente. Los datos obtenidos entre enero y julio de 2001 (fecha de la última “regularización extraordinaria”) revelan una inversión en el panorama de la inmigración: los ucranianos se han convertido en la tercera comunidad más numerosa, tras los caboverdianos y los brasileños.

Con relación a la actividad profesional desarrollada, y también basándose en datos de 1999, más de la mitad de los extranjeros residentes legalmente en Portugal desarrollaba un trabajo fijo relacionado con las industrias transformadoras (operarios no diferenciados), haciéndose referencia a continuación a los especialistas de profesiones científicas y técnicas y a los profesionales liberales o similares .

En lo que respecta a la minoría étnica gitana, presente en el territorio nacional desde el siglo XV, podemos constatar que se trata de uno de los grupos sociales más expuestos a las situaciones de exclusión, pobreza y descalificación social. Las comunidades gitanas presentan una notable vulnerabilidad a los mecanismos de marginación, viven en condiciones habitacionales precarias, alcanza niveles muy bajos de calificación escolar y profesional y su acceso a la salud y al mercado de trabajo legal es deficiente.

Distribuidos por todo el territorio nacional, su número oscila entre los 30.000 y los 92.000; son, sin embargo, estimaciones poco precisas, ya que teóricamente son ciudadanos de pleno derecho, por lo que aparecen identificados en los censos como portugueses y no como gitanos.

La pertenencia a un grupo minoritario, con valores propios y poseedores de una manera de ser y de estar distinta a la de la mayoría dominante, genera discrepancias culturales y sociales, que evolucionan hacia fenómenos de estigmatización social por parte de la sociedad mayoritaria y crea tendencias de enclaustramiento y resistencia por parte del grupo minoritario, en un intento de sobrevivir culturalmente.