Hacia la prevención de
efectos negativos en las intervenciones urbanas. Los casos de
realojamiento urbano
Entre los variados tipos de intervenciones en proyectos
de remodelación urbana, los realojamientos son donde se evidencia de forma
más clara el cambio de un entorno conocido, con una organización espacial
madura, a un espacio construido nuevo (y una organización espacial
inexistente). Incluso en aquellos casos en los que el traslado es de
vivienda pero no implica cambio de barrio, existe un desplazamiento y una
adaptación a una nueva forma de organizar el espacio doméstico,
peri-doméstico (escaleras comunes, portería) como público. En principio,
un realojamiento implica una posibilidad de mejora en la calidad de vida y
residencial de la población afectada. La experiencia demuestra que las
reacciones al cambio son a menudo menos positivas de lo que cabría esperar
o incluso negativas [2], produciéndose una
situación que los psicólogos ambientales denominan estrés residencial [
3 ].
Las razones que considero relevantes de esa situación habitual de fracaso,
se centrarían en dos aspectos. En primer lugar, la carencia de estudios
sociales previos al proceso de traslado, fundamentales para establecer los
parámetros arquitectónicos más adecuados a las comunidades o colectivos
afectados por el desplazamiento.
La diversidad en las formas de construcción depende principalmente de
características socioculturales, que deberían de ser consideradas en la
etapa de diseño de las nuevas construcciones. Variables como son la
privacidad, la tolerancia a los ruidos, la territorialidad... han de ser
consideradas previamente a fin de establecer las preferencias
residenciales de los afectados. Sólo así consideramos que se mitigarán
posibles desajustes que impliquen cambios en las nuevas viviendas, desde
la típica eliminación de tabiques, hasta los conflictos derivados de la
destrucción de las antiguas redes vecinales interrumpidas por la
reubicación, muchas veces realizadas por sorteos.
En segundo lugar, el uso de estándares constructivos inadecuados a la
población que ocupará las nuevas viviendas, así como la consideración de
las observaciones a partir de conceptos que implican supuestos de uso no
adaptados a las características sociales del colectivo de afectados. En el
primer caso, suponer que una familia gitana va a utilizar el espacio
público de igual manera de una paya o que las preferencias de la primera
sobre el uso de la cocina, comedor o habitaciones van a ser idénticas a
las de otra familia no gitana induce claramente al error. A falta de
conceptos que no impliquen supuestos de usos estandarizados del espacio
construido, hemos de construir conceptos menos restrictivos y más
respetuosos con las características culturales de las comunidades
afectadas por el realojamiento.
Sobre el realojamiento de población de
etnia gitana
Uno de las primeras reflexiones en el tema del
realojamiento y sus implicaciones en el caso de afectar a familias gitanas
fue realizado por el arquitecto Juan Montes Mieza [ 4
], quien ya insistía en la imposibilidad de construir con estereotipos de
comportamiento previsto y llamaba la atención sobre la responsabilidad de
las instituciones públicas encargadas de construir vivienda digna para
colectivos desfavorecidos como es el caso de comunidades de etnia gitana.
Nos decía:
“Con este referente de fondo es imprescindible que la Administración
pública tome la decisión política de acometer el problema en su totalidad,
mediante la elaboración de un programa a largo plazo para el desarrollo
gitano y, en consecuencia, para su realojamiento, con el convencimiento de
que no hay una solución única. Los gitanos, si bien son detentadores de
una cultura propia que les define, presentan condiciones diferenciables a
nivel educativo, económico o de adaptación a la sociedad mayoritaria que
repercuten en sus niveles de aspiración y condicionan la necesidad de
alternativas diversas, de forma que exista una auténtica libertad de
opción.” (p. 161).
Montes se refería a la opción de escoger entre diversos modelos de
tipología edificatoria (piso, casa baja) así como decidir libremente entre
diversos tipos de tenencia de la vivienda (alquiler, propiedad, otros). El
mercado de la vivienda y los altos precios de la construcción o compra de
vivienda de segunda mano limita notablemente estas posibilidades de
elección a la institución o profesionales encargados de la consecución del
proceso de realojamiento. Este imperativo afecta también a todos los
ciudadanos que deseen acceder al mercado de la vivienda aunque perjudica
de forma implacable a aquellos colectivos sin recursos económicos. Del
convencimiento, que compartimos con el arquitecto Montes, de que no hay
una solución única en el tipo de vivienda adecuado destinado a familias
gitanas reclamando una flexibilidad en la oferta, nos topamos con las
limitaciones que la realidad impone. A pesar de las dificultades debemos
reclamar la flexibilidad y el diálogo posible.
Esta necesidad de variabilidad y opcionalidad en tipologías y régimen de
propiedad también debe aplicarse a diversos modelos de distribución y
tamaño de las unidades de las viviendas. Las nuevas viviendas construidas
en el proceso de traslado o las viviendas antiguas remodeladas para ese
fin tienen unos metros cuadrados fijos, con una distribución también
concreta y una orientación determinada. Ninguno de estos valores del
espacio construido pueden ser fácilmente modificados ya que se trata de
una oferta constructiva rígida. En los casos de construcción de vivienda
nueva esa necesidad de verificación de las necesidades reales, no de las
supuestas en estereotipos no contrastados, se hace mucho más viable. En
los nuevos espacios ha de amoldarse una determinada organización social
desarrollada en la antigua vivienda y que intentará reproducirse de una u
otra forma en el nuevo espacio. Cuantas más posibilidades de adaptación
existan mayores posibilidades de adaptabilidad a la nueva vivienda
existirán.
Montes avanza algunas recomendaciones dirigidas a sus colegas arquitectos
y diseñadores:
“En el diseño de las viviendas hay que conjugar la satisfacción de las
necesidades de las familias gitanas y los porcentajes de categorías
familiares según el número de miembros, con los programas superficiales de
las viviendas de Protección Oficial (...):
-Es más importante proyectar espacios amplios frente a la
compartimentación excesiva (...).” (Montes, 1986: p.167)
Hemos de tener en cuenta que el desajuste entre organización espacial y
espacio construido tras la ocupación de la nueva vivienda suele provenir
de la adaptación de muebles al nuevo espacio con la carga emocional que
tienen estos objetos, la necesidad de espacios multifuncionales en el
interior de la vivienda como en el espacio abierto. Espacios flexibles que
permitan cierta adaptabilidad a los cambios del ciclo vital de la familia
gitana extensa.
En Madrid, instituciones de reconocido prestigio como el IRIS (Instituto
de Realojamiento e Integración Social) con una dilatada trayectoria de
experiencias de realojamiento desde su dilatada etapa como Consorcio, ha
realizado una labor de reconocimiento de la importancia de estos elementos
en la aceptación de la nueva vivienda. La trayectoria de estas
instituciones es el trabajo diario y el empeño de los profesionales que,
sensibles a la complejidad de cada caso, han contribuido en la mejora de
una situación de desventaja social objetiva por el derecho a una vivienda
digna de la población de etnia gitana. En Barcelona, mucho más huérfanos
en ayudas públicas al realojamiento, instituciones como Vincle o equipos
de trabajo como el Equipo de Acompañamiento al Realojamiento de Sant Cosme
en el Prat de Llobregat realizan una labor constante, hermosa y dura de
seguimiento de estos complejos proyectos de realojamiento. La diversidad
de la realidad social de nuestras ciudades y barrios requieren de este
esfuerzo y de todo el apoyo técnico y económico que se les pueda ofrecer.
Cada realidad de barrio concreta, cada caso concreto de realojamiento que
afecte a familias gitanas y payas implica características diversas que
intervienen en procesos también diversos. Sólo haciendo seguimientos
precisos de los casos y comunicando cada uno de los aciertos y fracasos
seremos capaces de diseñar para mejorar la calidad de vida de la comunidad
gitana pensando en sus necesidades reales. El objetivo es cumplir con una
necesidad básica del ser humano: poder acceder a una vivienda digna que
nos dé cobijo y protección.
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Una aproximación a la antropología del espacio construido.
Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona (no
publicada).
NOTAS:
[1]
“Por
mucho que prefiramos hablar de la arquitectura en términos de estilos
visuales, sus efectos prácticos, de mucho más alcance, no están en el
nivel del aspecto o de la apariencia, sino en el nivel del espacio.
Dando forma a nuestro mundo material, la arquitectura estructura el
sistema espacial en el que vivimos y nos movemos. En esta medida, tiene
una relación directa –más que simbólica- con la vida social, puesto que
proporciona las precondiciones materiales para los modelos de movimiento,
encuentro/desencuentro, que son la realización material –también a veces
el generador- o las relaciones sociales. En este sentido, la arquitectura
impregna nuestra experiencia diaria mucho más de lo que una simple
preocupación por sus propiedades visuales podría sugerir”. (…) (Hillier &
Hanson, 1984: ix)
[
2 ] En los últimos años, el falso supuesto de que el éxito
o fracaso de un desplazamiento dependen del azar, se cuestiona
abiertamente basándose principalmente en la larga lista de resultados
negativos de este tipo de operaciones, frente algunos “éxitos” de casos en
los que se han hecho seguimientos constantes. A pesar de que los
realojamientos urbanos impliquen habitualmente cifras de afectados
inferiores a las de flujos de población desplazados por guerras o
desastres naturales, esta impresión puede ser errónea. En el 1991 UNCHS (Habitat)
publica un informe en el que se comparan datos entre los diversos casos de
realojamientos ilustrados, en los que se pueden encontrar cifras que
oscilan desde las 700.000 unidades domésticas afectadas por un
desplazamiento en Hong Kong en 1954, a las 10.850 unidades domésticas del
realojamiento del Programa Emergente 2 (El Caserlo) en 1986 en México DF.
Hay que decir que la falta de datos impide muchas veces cuantificar el
volumen real de afectados, manejándose cifras aproximadas o en ocasiones
no consiguiendo cifra alguna de hogares desplazados (UNCHS: 1991,21).
[ 3 ] Los
psicólogos ambientales utilizan el término estrés ambiental o
residencial cuando desean expresar los efectos negativos sobre los
afectados por cambios ambientales o residenciales, y especialmente cuando
se refieren directamente al cambio de vivienda. La psicología ambiental ha
reconocido la influencia que tienen los factores físicos ambientales
(factores atmosféricos, frío, calor, iluminación, ruidos...); los factores
sociales (aislamiento social, conflicto de poder, conflictos
familiares...); así como los factores vinculados al ambiente construido
(diseño arquitectónico) sobre el comportamiento. El efecto sobre el ser
humano de todos estos factores se percibe en los niveles de estrés
ambiental o residencial que padece el individuo y que repercute
en estados de ansiedad, depresión, agresión, conflicto vecinal, apatía
etc. (Sangrador, 1991) (Amérigo, 1995).
La aplicación de esta cuestión a los casos de realojamiento la realiza
Scudder & Colson (1982) que introduce el concepto estrés
multidimensional de realojamiento en un intento de desarrollar una
línea
de análisis
más completa y rigurosa incluyendo componentes fisiológicos, psicológicos
y socioculturales que intervienen en el proceso. La situación de cambio se
ve agravada cuando las poblaciones afectadas tienen un nivel de renta bajo
y una capacidad de negociación muy limitada, cosa que ocurre en la mayor
parte de los casos.
[ 4 ]
Juan Montes
Mieza (1986). "Sobre el
realojamiento de los gitanos".