24 de Octubre de 2012
Fuente: EFE/RTVE
La canciller alemana, Angela Merkel, ha rendido este miércoles 24 de octubre homenaje al medio millón de gitanos asesinados durante el Tercer Reich y ha denunciado la marginalidad y racismo que sigue sufriendo esa minoría étnica, en la inauguración del monumento en Berlín a ese colectivo de víctimas del nazismo.
Casi 70 años después del fin de la II Guerra Mundial y tres décadas después de que Alemania reconociera, bajo el gobierno del Helmut Schmidt, el genocidio de los gitanos, Merkel ha inaugurado el memorial a un colectivo de víctimas hasta ahora olvidado.
"El genocidio nazi es una advertencia para el presente", ha advertido la canciller, quien ha recordado que la dictadura surgió de la llegada al Reichstag, por la vía electoral, de Adolf Hitler y que se deben combatir "los totalitarismos" desde todos los estratos sociales, antes de que accedan al poder.
Los gitanos siguen siendo víctimas de la marginación y el racismo en la Europa de hoy, fue el mensaje tanto de Merkel como del resto de oradores, desde el alcalde-gobernador de Berlín, Klaus Wowereit, hasta el presidente del Consejo Central de los Sinti y Roma, Romani Rose.
Se trata de un racismo que no procede "únicamente" de la ultraderecha -ha recordado Rose-, sino que está anclado "en el corazón de la sociedad".
El centro del monumento es una flor sobre un triángulo en medio de un estanque silencioso, que día a día se renovará como un "símbolo contra el olvido", en palabras del artífice del memorial, el artista israelí Dani Karavan.
Racismo actual
Las alusiones al genocidio protagonizado por el aparato nazi y la discriminación a que sigue sometido el colectivo dominaron la ceremonia, más allá de los discursos de sus oradores.
"¿Y qué pasa con las expulsiones? Ellos también son gitanos que quieren seguir en el país", ha gritado una voz entre los invitados, tras el discurso de la canciller, en alusión a los peticionarios de asilo procedentes de los Balcanes y rechazados por la Alemania actual.
La denuncia ha quedado en una voz solitaria, mientras Merkel y la plana mayor de la política alemana, incluido el presidente Joachim Gauck, procedía a dar por inaugurado el estanque de Karavan.
El monumento a los gitanos asesinados por los nazis "cierra el círculo de los reconocimientos a los colectivos de víctimas del Tercer Reich", había recordado el alcalde-gobernador berlinés, Wowereit.
El conceptual estanque silencioso, rodeado de un mosaico de piedras naturales blancas y encorsetado por paneles traslúcidos donde se documenta, a ambos lados, la historia del genocidio, está emplazado a pocos metros de distancia del Reichstag.
Es el histórico edificio donde en enero de 1933 Hitler fue proclamado canciller del Reich y que ahora es la sede del Parlamento de la República Federal de Alemania, RFA.
En sus inmediaciones está el gran solar de 1.900 metros cuadrados donde 2.711 bloques de hormigón recuerdan a los seis millones de judíos asesinados y, asimismo en el Tiergarten, el monumento a los miles de homosexuales exterminados por los nazis.
A estos colectivos, más a las víctimas del programa de eutanasia nazi, se refirieron Merkel y otros oradores, lo que remitió al hecho de que los gitanos son los últimos en tener su memorial en Berlín.
20 años de lucha
La inauguración del monumento es resultado de más de 20 años de empeño personal de Romani Rose y otros miembros del colectivo, con apoyos de personalidades como el director de cine Wim Wenders y el escritor Günter Grass.
"Los nazis quisieron exterminarlos porque les 'ensuciaban' el Tercer Reich. Luego quedaron como víctimas de segunda categoría frente a otras situaciones, como la de los judíos", ha comentado Waclav Dlugoborski, antiguo preso polaco y superviviente de Auschwitz.
El homenaje tardío fue un intento por reparar el olvido de décadas, ha proseguido este exconfinado del campo de concentración nazi, uno de los invitados entre el millar de gitanos llegados de toda Europa.
"No lograron el objetivo de exterminarnos a todos, pero no hay ni una familia entre todos los sinti y roma de esta parte de Europa que no haya perdido a muchos de los suyos en Auschwitz y otros campos", ha recordado Zoni Weisz, superviviente del genocidio.
A Weisz ha correspondido la parte más emotiva de la ceremonia, al relatar cómo se salvó in extremis de la deportación, siendo un niño de siete años, probablemente gracias a la resistencia, mientras el resto de su familia desapareció en un tren en dirección a Auschwitz.
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