16 de Enero de 2012
El pasado 1 de enero se marchó un amigo entrañable, generoso, simpático y divertidísimo; una vida intensa, una persona singularmente inquieta, creativa y polifacética que puso en marcha multitud de proyectos sociales y culturales variopintos, casi todos con un marcado carácter solidario. Investigador, emprendedor, viajero, escritor… tantas cosas que recordar y destacar de él; y entre ellas, solo una más, fue una persona que contribuyó significativamente a la causa gitana en España, un legado que merece ser reconocido y permanecer en nuestra memoria.
Conocí a Dani a finales de los años 90, cuando, como miembro del Equipo Barañí, andaba cerca de terminar el estudio Mujeres Gitanas y Sistema Penal. En dicho estudio se ponía de manifiesto, a partir de una acertada instrumentación metodológica, los mecanismos de discriminación institucional que operaban en el seno del sistema judicial penal en relación con las mujeres gitanas. En su día, este estudio (que no creo exagerado considerar de hito en España) molestó a muchos, tanto a algunos gitanos a los que no gustaba que, de manera indirecta, se diera publicidad a las altas cifras de población gitana reclusa, como a jueces, que por entonces encontraban exótico e inadmisible que se pusiera en cuestión su neutralidad y objetividad. Ni aquel estudio ni Dani introdujeron en España la conciencia de que las personas gitanas padecen discriminación; pero, entonces y ahora, dicha conciencia padece a menudo de ser más una sensación que un hecho comprobado, más allá de la casuística anecdótica. El Estudio Barañí, a mi modo de ver, fue pionero en aportar evidencias sobre la sistemática sorda y opaca del trato no igualitario en el seno de las instituciones y servicios públicos, lo que llamamos discriminación institucional.
Tras aquel estudio Dani continuó realizando trabajos relacionados de una u otra manera con los gitanos y su situación social, varios de ellos colaborando con la FSG, como por ejemplo un estudio sobre discriminación y comunidad gitana en Europa (publicado en 2001), el diseño de indicadores de inclusión social, etc. También con la FSG, en otoño de 2002 se embarcó, junto a la abogada María Miguel, en una gira por la geografía española para divulgar los fundamentos y mecanismos de la discriminación por motivos de origen racial o étnico y las novedades legislativas introducidas por el derecho comunitario. También colaboró con la Open Society (estudios sobre estadísticas étnicas, sobre discriminación en el acceso a la salud), con el Gobierno vasco (estudio sobre población gitana del País Vasco)… Pero no quiero caer en un mero listado de todo lo que hizo, cuando mi intención es más bien destacar el significado y valor de su contribución. Por sus trabajos relacionados con la comunidad gitana, así como por otros relacionados con la inmigración (que no puedo reseñar aquí porque multiplicaría la extensión) Dani se consolidó como un experto de referencia en España en temas relacionados con la discriminación, el racismo, y con los mecanismos culturales, psicológicos, ideológicos, políticos y sociales que perpetúan las inequidades. Modesta y particularmente, yo confieso que aprendí de él que el racismo no se manifiesta en la realidad como un pulso entre racistas malos y antirracistas buenos, entre naturalezas intolerantes y amantes del mestizaje, sino que todos llevamos dentro, de alguna manera, la semilla del racismo y la intolerancia, y que se trata de un ejercicio, tanto de reflexión ética como de praxis, la inhibición de esas pulsiones y su sustitución por ideas, sentimientos y conductas más virtuosas.
Muchos que no llegaron a leer sus trabajos recordarán a Dani por sus intervenciones en numerosas jornadas y seminarios. A pesar de su acusado acento yanqui Dani se convirtió en un conferenciante muy solicitado, tanto por la calidad de sus ideas y planteamientos como, creo yo, porque las transmitía con original eficacia, amenidad, y desde el convencimiento personal. Fue incorporando temas y enfoques a su discurso, siempre audaz e innovador, como por ejemplo, las prácticas discriminatorias de las fuerzas de seguridad sobre la base del perfil racial, la necesidad de producir estadísticas étnicas para poder luchar eficazmente contra la discriminación, la formación de las fuerzas de seguridad, etc. Sí, ahora muchos de aquellos planteamientos se han incorporado al discurso, no ya solo de organizaciones sociales, sino de algunos funcionarios públicos, y hasta pueden encontrarse esbozados en algún informe gubernamental; pero seamos francos: muchos de los que se los escucharon a Dani hace diez años lo hacían por primera vez. Dani fue un precursor en España de ideas y enfoques que, aunque de manera todavía insuficiente, han ido cuajando en los años posteriores a su labor como ingeniero y divulgador.
Frente a todo este bagaje “profesional”, como alguien que compartió gratas charlas con él, puedo afirmar que Dani manifestó siempre una gran simpatía personal hacia los gitanos. Relacionada con esta simpatía (así como con su devoción por el programa televisivo Cine de Barrio, que decía había sido clave en su proceso de integración en España como inmigrante) estuvo su incursión en el estudio de la imagen de los gitanos en el cine clásico español (de la que queda una huella en el nº 7 de Gitanos: Pensamiento y Cultura) y que presentó en varias ponencias que recuerdo muy divertidas e ilustrativas.
Otros homenajes, que la figura de Dani sin duda merece, recogerán texturas de su intensa trayectoria como activista por un mundo mejor que yo solo conozco por sus relatos. En todo caso, refiero aquí, de memoria, que fundó la primera red de trueque en España, el gabinete de estudios sociales alternativos Gea21, su compromiso y activismo medioambiental y pacifista, su papel en iniciativas de desarrollo comunitario en varios barrios de Madrid, la realización, junto a Begoña Pernas, de una exposición en La Casa Encendida de Madrid sobre el impacto cultural y medioambiental del turismo de masas… En muchos de estos frentes, a semejanza de lo dicho más arriba en relación con los temas de los que me he ocupado, fue también pionero y se adelantó a su tiempo, y si acaso en los años de burbujas a alguno le pudieron sonar a idealismo trasnochado, están llegando tiempos que aumentan su vigencia; como ejemplo, baste recordar el revelador título de un libro publicado en 1997 del que fue coautor: Vivir mejor con menos (Ed. El País-Aguilar). El utilizaba a veces, siempre muy bien traído, el refrán español “Solo el necio confunde valor y precio”.
En todo caso, cualquier semblanza de Dani sería incompleta sin una pincelada de lo que fueron los últimos años de su vida, en los que una enfermedad degenerativa le fue abocando a una gran dependencia y lo retiró de la actividad pública. Es común que los obituarios eludan estos episodios finales y se centren solo en las etapas de mayor vigor intelectual o social de los homenajeados. No obstante, considero de gran significación y una lección vital de primera magnitud el hecho de que Dani (que, sin entrar en detalles, carecía de fortunas monetarias, patrimonio inmobiliario, o familiares en España cuando le asaltó su prematura enfermedad) viviera sus últimos años en la abundancia de las riquezas que más apreciaba: amor, cuidados y atenciones de personas queridas, amistad... Estas fueron las grandes inversiones a fondo perdido de su vida, de las que obtuvo grandes retornos hasta el final.
Hasta siempre.
Fernando Villarreal (colaborador de la FSG y antiguo trabajador).
La imagen es un fotograma de una simpática entrevista difundida en Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=RnoZBztrPRQ realizada por Ravazsa.
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