30 de Junio de 2024
La pasión salvaje del baile de las mujeres gitanas, los gitanos robando niños, la buenaventura, la piel de verde luna y las navajas de plata son imágenes tan asociadas a lo gitano que han terminado aceptadas como verdades naturales. Pero ¿qué hay de cierto en estas imágenes? ¿Quién las creo y a quién benefician?
Muchos de los estereotipos que pesan hoy sobre el Pueblo Gitano han sido construidos y sostenidos a través de la representación de lo gitano en la literatura, las piezas de teatro y ópera, la pintura, la escultura y más recientemente en el cine. Estas representaciones de lo gitano en el arte y la literatura siempre han oscilado entre la fascinación y el miedo y han construido una imagen gitana alejada de la realidad social de este pueblo. Esta mitificación de lo gitano ha causado y causa un gran desconocimiento de la realidad de las vidas gitanas, un desconocimiento que es causa y consecuencia a su vez de los mitos respecto a este Pueblo.
Pero sin duda la consecuencia más dramática de esta construcción de la imagen gitana ha sido la deshumanización con la que ha sido percibida la población gitana desde el imaginario hegemónico. La imagen de lo gitano en el arte y la literatura ha contribuido a colocar a las personas gitanas en el lugar de objeto de fascinación o miedo no siendo concebidas como sujetos, es decir como personas de pleno derecho. Este imaginario de lo gitano como sub-humano ha posibilitado en muchos momentos históricos una gran connivencia social hacia la persecución y castigo de la identidad gitana.
La imagen de lo gitano que vamos a encontrar en el arte y la literatura está construida desde una mirada externa, en tanto en cuanto no son las propias personas gitanas las que se representan a sí mismas. Pero no solo es una mirada desde la alteridad, también es una mirada desde el supremacismo, en tanto el ojo del observador que describe lo gitano lo hace desde el supuesto estatus de superioridad cultural. Estos autores y artistas se conciben así mismo como pertenencias a una sociedad desarrollada y moralmente superior a las sociedades gitanas que se perciben primitivas y en un estadio de desarrollo inferior. Esta mirada externa acentúa más su superioridad a partir de la construcción de la Modernidad, que en el caso gitano tiene su principal exponente en la literatura sobre gitanos de los viajeros románticos europeos del S.XIX.
Esta literatura pretende basar sus observaciones sobre la identidad gitana en parámetros objetivos y científicos, sin embargo, como demuestra el trabajo de la historiadora María Sierra, la imagen gitana de estos textos está construida sobre un discurso emotivo, que usa las emociones que lo gitano provoca en el observador como fuente de conocimiento. Unas emociones que siempre viran de la admiración a la repulsión, y del asombro al miedo. (Sierra, 2023)
Consecuentemente a estas emociones que causa lo gitano en el observador, la imagen gitana que se construye queda atrapada en el binomio civilización/salvajismo. En términos psicoanalíticos la sociedad paya se concibe como la racionalidad o consciente y lo gitano como irracionalidad o inconsciente. La sociedad moderna coloca a lo gitano en la otredad primitiva o pre-moderna en la que mirarse para sentir la tranquilidad de estar en el lugar correcto de la Historia.
Esta imagen de lo gitano asociado al salvajismo o apego a lo natural se representa a través de estereotipos asociados al amor a la libertad, la rebeldía, la pureza o un mayor apego a la naturaleza. Un ejemplo de esto son las metáforas de animales que utiliza George Borrow en su mítica obra Zincali para describir el físico de una joven gitana: “…rígida como está delante de vosotros parece un halcón a punto de remontarse, estáis casi tentados de creer en su facultad de volición, y que si extendieseis la mano para aprehenderla se elevaría a los tejados de la casa como un pájaro (…) cabello, que cuelga en dos largas guedejas a los lados de la cara, es negro como el carbón y áspero como la crin de un caballo, de la que parece estar formado” (Borrrow 1921, pp. 138-139). El uso de la imagen del pájaro como símbolo de la libertad y del caballo como un ser indómito para describir a lo gitano, en este caso a la mujer gitana, esconde más que un recurso literario. Este tipo de recursos son los más ejemplificadores de la deshumanización que conlleva la mitificación de lo gitano como algo a mitad de camino entre lo humano y lo animal, entre el mundo natural y la civilización.
La fascinación por la supuesta libertad salvaje de lo gitano la vemos en esta exclamación de Walter Starkie en su obra Don Gitano cuando describe la vida gitana alejada de las cadenas de la civilización moderna: “¡Que lejos de la vida de la ciudad está gente! ¡Y qué despreocupación la suya! Estuve a punto de gritar a pleno pulmón: “!Vivan los gitanos! ¡Dejadme ser uno de los vuestros y vivir bajo una tienda, fuera de las ciudades, desdeñado por sus atildados habitantes, esclavos inútiles de la maquinaria y el orden!” (Starkie 1985, pp. 94-95.)
Atendiendo a la obra de Walter Starkie esta supuesta admiración por la resistencia gitana a las cadenas de la civilización no se presenta como un modelo de organización social que pudiera servir de modelo emancipatorio para el resto de la sociedad, es simplemente el insistente recurso romántico y orientalista de crear un pasado idealizado que contraponer a la Modernidad y que en este caso se construye como la imagen primitiva de los gitanos. Siguiendo la obra de Starkie puede verse como este “canto a la libertad gitana” se mezcla constantemente con una hipersexualización de las mujeres gitanas de miradas felinas y salvajes.
La pasión gitana y la hipersexualización de las mujeres ha sido también un recurso frecuente en la pintura. Las mujeres gitanas desnudas han sido recurrentemente pintadas mirando penetrantemente al espectador en obras como las de Ignacio Zuloaga, Mario Fortuny o Julio Romero de Torres. Romero de Torres llega al culmen de esta asociación entre sexualización y salvajismo cuando en su obra de 1927 La Nieta de la Trini llega a representar a la mujer gitana, no solo en la habitual pose de escorzo, desnuda y mirando desafiante al espectador, sino además con una navaja en su mano derecha como símbolo de este binomio miedo/fascinación que impregna durante siglos la imagen gitana en el arte y la literatura.
Efectivamente, la otra cara de la fascinación es el miedo por lo que también la imagen de lo gitano ha estado atravesada a lo largo de la Historia del discurso de peligrosidad social. Quizás el más recurrente de estos discursos lo encontramos en el inicio de la obra de La Gitanilla de Miguel de Cervantes, la cual fue precursora de muchos de estos mitos gitanos en el arte y la literatura: “Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones; nacen de padres ladrones, críanse ladrones, estudian para ladrones, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo vuelo, y la gana de hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte”. (Cervantes 1980, p. 93.)
Lo gitano como sinónimo de peligrosidad social ha sido un tema recurrente representado también en la pintura como quizás el ejemplo más universal sea la obra de Caravaggio La Buenaventura de 1595, donde se representa a un joven que está siendo víctima de las malas artes de una mujer gitana que finge leerle la mano mientras le hurta un anillo.
La pasión lleva al peligro. De la fascinación por el salvajismo al control social ante la posible peligrosidad gitana hay un claro hilo conductor a lo largo de la Historia.
Durante siglos el Poder político se ha atribuido el deber de “civilizar” a la población gitana o hacerla desaparecer si no fuera posible esta conversión. Durante quinientos años se han sucedido leyes que han tenido como objetivo la conversión de la población gitana al ideal de producción y consumo imperante y su asimilación a la identidad cultural paya. Este disciplinamiento y persecución pudo llegar en algunos momentos a verdaderos programas de extermino étnico gracias a una gran connivencia de la población mayoritaria fuertemente influida por la imagen de salvajismo y peligrosidad social de los gitanos que los estereotipos difundidos a través del arte y la literatura hacían posible. Incluso en periodos históricos más recientes, donde no han existidos programas de persecución y exterminio a la población gitana, estos estereotipos han servido para argumentar tanto la pobreza y exclusión a la que sigue abocada gran parte de la población gitana en la actualidad como para justificar la especial vigilancia y control social que aun impera sobre los grupos gitanos.
La imagen ideal de las sociedades modernas y liberales de productividad, orden, jerarquía y racionalidad ha necesitado la construcción de un contra-ideal que representara lo irracional y primitivo que debe ser reducido y aniquilado en nombre del desarrollo y el bien común. Lo gitano ha tenido esa función de contra-ideal. En torno a lo gitano se ha construido una imagen de peligrosidad y barbarismo que debe ser perseguida y civilizada. A la vez, algunas manifestaciones culturales gitanas se han moldeado para que sirvieran como la dosis justa de irracionalidad pre-moderna que toda sociedad moderna necesita para avanzar. La fascinación de lo gitano que recrea el arte y la literatura constituye la imagen romántica donde refugiarse a ratos de las asfixiantes exigencias de las sociedades modernas y su tirano modelo de producción y consumo.
Gran parte del esfuerzo del movimiento gitano por la igualdad de trato es desmontar estas imágenes estereotipadas recreadas durante siglos. El objetivo del movimiento antirracista gitano es visibilizar las contra-imágenes gitanas para poner de manifiesto la heterogeneidad de esta población, así como su verdadera historia y su gran aporte social.
En un momento de reforzamiento de fronteras, de crisis de la cuestión migrante y de la proliferación de discurso que niegan la universalidad de los Derechos Humanos se hace más urgente aun desmontar estos discursos binarios de civilización-barbarie que tanto han hecho padecer a las comunidades situadas en la otredad como es el caso del Pueblo Gitano.
El mundo del arte y la literatura está pues en deuda con los gitanos y las gitanas tras siglos de construcción de imágenes estereotipadas de lo gitano que han tenido consecuencias directas sobre el destino de esta población. Reparar es en parte articular discursos y construir imágenes que se acerquen más a la realidad social de la población gitana hoy.
Bibliografía:
Pastora Filigrana García es abogada laboralista, sindicalista, feminista, articulista y activista por los derechos humanos.
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