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Un día de julio [editar]

El artista Juan Peña el Lebrijano nos dejó un día de julio hace 5 años. Hoy le recordamos en la Bitácora Gitana 2.0

13 de Julio de 2021
Gonzalo Montaño Peña

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Un día de julio

En esto días de julio se cumple el V aniversario del fallecimiento de Juan Peña “El Lebrijano”.
En la Bitácora Gitana 2.0 le recordamos a través de una recreación libre del que pudo haber sido uno de los miles de recitales en los festivales flamencos de verano en los que fue protagonista. También, como siempre, con videos y música.

“Un día de julio, siendo yo un niño, hice un barco de papel y lo eché al arroyo,

vino un vendaval y el agua fangosa, ancha y violenta se llevó mi barco.

Hoy, un día de julio, meditaba yo en los juegos de la vida en los que siempre perdí,

le reñí a mi destino por tantas tretas, cuando de repente recordé aquel barquillo

de papel, que se me fue en el arroyo”.

Comenzamos aludiendo a esta interpretación de los versos de Rabindranath Tagore[1], que Juan Peña “El Lebrijano” recreó en su voz por bulerías, en las que, quizás, trataba de compadecerse de sí mismo por las vicisitudes que la vida le hizo pasar a aquel niño que jugaba a crear barcos sonoros de papel. Tal vez, era consciente de que su propia vida y obra eran un barco de papel tan bello y a la vez tan frágil que una ola violenta se lo podía llevar algún día sin dejarle posibilidad de negarse a ello. Como finalmente sucedió a los 75 años de edad. Se fue Juan Peña, pero la obra de El Lebrijano perdurará siempre.

[1] https://ellibrodegeno.wordpress.com/2007/04/08/barco-de-papel/

El Lebrijano canta. Un día de Julio

Fue, precisamente un día de julio, concretamente el 13 de julio de 2016. La delicada salud del maestro le había tenido entrando y saliendo del hospital los últimos meses. Su última actuación fue en enero de ese mismo año. Se armó de fuerza para cantar en el prestigioso teatro Sadler’s Well de Londres donde se entregó a fondo y salió victorioso, como casi siempre. De esta salió tocado para no recuperarse.

Pero, retrocedamos unos años atrás a otro día de julio, en los años 70, 80 o 90, da igual… Ahí estaba Juan, sentado en la silla en el centro del escenario de uno de los cientos de festivales flamencos de Andalucía en los que iba de cabeza de cartel. El foco le ilumina y él cierra los ojos. La guitarra arpegia por Soleá y con un gesto tácito el guitarrista le cede el paso. Sale un torrente de voz que no solo se puede oír, también se ve. Podemos ver las notas saliendo de su boca y flotando en el aire, formando distintas formas, unas detrás de otras, se siguen, enlazadas unas con otras. Es solo la salida del cante; está apuntando hacia dónde va a dirigirse con lo que viene. El bordón vibra de nuevo y la madera golpea ¡tras! Cuando yo estaba solito por las calles, yo me ponía a contar mis memorias, lo que a mí me está pasando no estaba escrito en la historia… Es la historia del Pueblo Gitano resumida en dos versos, lo mismo que la voz de Juan. Trae la genética de su madre y de su tío Perrate, familiares de La Serneta. También de su pare Bernardo, el tratante de ganado, quien desde que Juan dijo que quería ser cantaor ofrecía grandes fiestas flamencas en su casa, para que su hijo aprendiera de los mejores. En aquel tiempo no había Youtube, solo existía el yo estuve. Y él estuvo con la Niña de los Peines, Pepe Pinto, Mairena, Talega, Pepe Torre y demás tótems del Cante Gitano.

El que con el paso del tiempo fue llamado por la crítica flamenca como Juan I El Grande, decide que se siente a gusto para cantar por Tientos Tangos, el momento lo pide. La guitarra hace dos falsetas y Juan canta: “De rosas y de claveles y alelíes, se te pone la cara, gitana mía cuando te ríes”. Recuerda su juventud y los años del servicio militar en los que su madrina, Pastora Pavón, la Niña de los Peines, lo acogió en su casa como si fuera el hijo que no tuvo. Ahí empezó una nueva etapa en su vida, un nuevo mundo se abrió. Todo el aprendizaje del cante familiar que había mamado desde la misma cuna trascendió a un nivel superior. Por las tardes se sentaba junto a Pastora en la puerta del bar que ella tenía en la plaza de La Campana en Sevilla y se empapaba de la esencia de la más grande cantaora de todos los tiempos. Juan, joven y atrevido, no perdía oportunidad para sacar su fuerza y desparpajo juvenil cantando entre los mayores que a veces le corregían y miraban desde arriba. Pastora les cortaba prediciendo: “No reíros del niño que dentro de poco os va a dejar en ridículo”. Nada puede salirle mal, tiene las condiciones, el talento y la afición desmedida para absorber y salir victorioso. Como así fue cuando sacó su primer LP De Sevilla a Cádiz con las guitarras de Niño Ricardo y Paco de Lucía; era el año 1969 y el niño prodigio se estaba convirtiendo en la promesa cumplida. 

El Lebrijano por Tientos. París 1988

En este momento de la noche, Juan pide al guitarrista que le toque la Galera. Es un cante de creación propia, que hizo en 1976, en su disco Persecución. El cante evoca los maltratos y penalidades que su pueblo sufrió durante siglos en las malditas galeras a las que solamente por ser gitanos eran condenados miles de calés. “Olas del mar van y vienen al despuntar la mañana y lo primero que hago es recordar a mi gitana. A galeras, condenados por ser gitanos sin defendernos siquiera…”. Una obra magna que cambiará la forma de pensar nuestro pasado y nuestra identidad para siempre. No es solo música, es historia de la música y música para la historia.

El público se rinde a la capacidad de transmisión de El Lebrijano, que agradece y anuncia que, con el permiso de todos ellos, va a cantar un poco por Siguiriyas. El respetable entiende la solemnidad del momento y se produce un silencio total en la plaza. La guitarra golpea sucesivamente las cuerdas y la tapa simultáneamente como martillo que golpea la campana. Es un cante viejo y fúnebre. De hecho, a las Siguiriyas se las conocía como Playeras, porque recordaban al llanto de las plañideras. Su música oriental, pretendidamente destemplada, micro tonal y poli rítmica es una de las más claras evidencias de la raíz oriental del Pueblo Gitano y por añadidura del Cante Gitano. Juan recorre la finísima línea que delimita la afinación movida en cuartos y octavos de tono y se recrea en su sentido rítmico para abordar la ola ¡Ay! Oleaitas de la mar, que fuerte venís, se habéis llevado a la mare de mi alma y no me la traéis… La muerte es una ola que te arrastra en su fuerte resaca, cuando canta esto lo siente y el gusto sanguíneo, metálico y estremecedor le recorre el cuerpo. Para cantar así hay que haberlo sufrido en tus carnes.

Cante de galera en directo

La actuación ha ido avanzando y ahora llama a la Orquesta Andalusí de Tánger al escenario, seis músicos más suben al escenario y el compás ternario que los dos lados del estrecho comparten sirve de comunión musical sobre la que suena el que podría ser el himno de los gitanos andaluces: “Dame la libertad del agua de los mares, dame la libertad de la tormenta, dame la libertad de la tierra misma, dame la libertad del aire…”. Es la unión perfecta entre el Califato de Córdoba y la Lebrija flamenca, entre Oum Khaltum y La Perrata, entre Averroes y el patriarca de los Peña. Un ejercicio de interculturalidad que cambia el devenir del Flamenco.

Ahora, para terminar, va a cantar por Bulerías; es su cante predilecto. Siempre se movió en ese compás, a tres tiempos, hacia atrás y hacia adelante cerrando el triángulo perfecto que dibujan los tres golpes: fuerte, débil, débil. A compás al golpe desarrolló la mayoría de su obra compuesta de más de 40 discos. Se balancea en el aire de la campiña lebrijana y se acuerda de Bacán, del Chozas, de Antonia Pozo y de su madre María. Abre la poética del cante y recita a Lorca, incluso con el tiempo cantará la prosa de García Márquez y cómo no, a Tagore: “Un día de julio siendo un niño…” en su mente corre las calles de Lebrija, las plazas de Sevilla, los tablaos madrileños en compañía de Manolo Caracol y Gitanillo de Triana, los aeropuertos y escenarios de los mayores teatros de todo el mundo y de nuevo Lebrija y de ahí a la India. Es un flashback milenario que le lleva al inicio de los tiempos, al girar de la rueda, al éxodo continuo.

Lebrijano con la Orquesta andalusi de Tanger, Dame la libertad, Paris 1988

El público aplaude sin parar, no quieren que se vaya: “No te vayas Juan, canta más, no pares de cantar”.

El “gitano rubio” se levanta ahora de la silla y se acerca solo al micro de pie, para cantar por Tonás, el más antiguo de los Cantes Gitanos. Un cante a capella, a palo seco, sin acompañamiento. Que lo enfrenta cara a cara a sus miedos y éxitos. A su pasado brillante y su oscuro futuro.  Su garganta está cansada y no puede más esta noche. Hace calor o frío, no lo sabe bien.  Sin embargo, se busca, se encuentra y se templa por última vez. De su garganta sale la queja gitana más exquisita. El Jipío oscuro que le lleva al trance. “Y si no es verdad esto que yo digo, que Dios me mande a un castigo grande, si me lo quiere mandar” …

 

Enlace a la playlist de Spotify “Un día de Julio”


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