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Mario Maya "Un Gitano Revolucionario" [editar]

Vuelve la Bitácora Gitana 2.0 con un retrato íntimo del artista gitano Mario Maya por su hija, la también artista Belén Maya. Además, encontrarás fotos y una playlist con videos de algunas de sus obras mas importantes.

13 de Octubre de 2020
Bitácora Gitana 2.0

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Mario Maya

Octubre vio nacer a uno de los artistas gitanos flamencos mas importantes de este siglo, y que a todas luces, aún no se ha ponderado en la justa medida de su obra. 83 años del nacimiento y 12 de la marcha de Mario Maya. Un genio gitano, visionario y revolucionario. Mario fue el paso necesario entre la vieja escuela ortodoxa y la nueva generación iconoclasta. Nace de la improvisación talentosa del flamenco y madura en la rigidez y disciplina del baile clásico. Criado bailando en la calle y la cueva del Sacromonte, pero desde el primer día con la seriedad y profesionalidad del que pisa el mayor teatro del mundo. Comprendió que el pueblo gitano necesitaba expresar todo lo que había callado durante siglos, pero para ello sabía que debía ser implacable en la forma y el fondo de su discurso. Se rodeó de intelectuales, como él, gitanos que pusieron los mimbres de todo un movimiento artístico y político que lleva muchos años echando de menos a líderes y pensadores de la talla de Mario Maya. 

En homenaje a su figura artística y personal ofrecemos la traducción de un texto que escribió su hija y heredera artística Belén Maya. Este texto fue publicado en inglés para la colección RomArchive. Aquí el original

Además al final del artículo encontrarás en enlace a Youtube con una playlist de alguno de sus videos más importantes con extractos de Camelamos Naquerar, “Ay Jondo”, “Flamenco de Carlos Saura” entre otros. 

 

Mario Maya, un gitano revolucionario
Por Belén Maya

Me pide Gonzalo Peña que escriba sobre el baile gitano y me echo a temblar. Me pongo a buscar información sobre los grandes intérpretes, gitanos y gitanas, que he tenido la suerte de ver y disfrutar y cada vez me queda más grande el encargo. No sé por quién empezar y sobre todo por dónde, cómo explicar ese gesto de El Farruco que para el mundo, el poder hecho mujer de Manuela Carrasco o la cabeza certera y hermosa de El Güito. Y a Gonzalo le doy pena y me aconseja que escriba de mi padre para sentirme más cómoda.

Mi padre, Mario Maya

A menudo venían artistas a contarme anécdotas vividas con él, pero cada día más gitanos y gitanas se acercan para recordarme que fue un revolucionario, alguien que habló de la opresión y la discriminación sobre un escenario cuando eso te podía llevar a la cárcel. En Ceremonial, Camelamos Naquerar, basado en la obra poética de José Heredia Maya y ¡Ay Jondo!, basado en la de Juan de Loxa, mi padre volcó inquietudes, visiones, nuevos métodos de trabajo, música, rabia y mucho trabajo. Aún recuerdo cuando venía a verme (mis padres en esa época ya estaban separados) y me leía los poemas como un niño con un juguete nuevo y fascinante. Y al final me preguntaba cuál me gustaba... Mi padre siempre me ha hecho pensar.

Pero no solo revolucionó el baile gitano por poner voz en escena a las pragmáticas de los Reyes Católicos donde se amenazaba, como poco, con cortar orejas, lenguas y manos a los gitanos. Lo transformó en formas que siguen presentes hoy en día y es de esto de lo que quiero hablar: de cómo el baile gitano, además de romperte la camisa y el corazón en un remate de un segundo, puede crear escuela y desarrollar una filosofía que perdure en el tiempo.

Imaginación y oído como métodos de trabajo

Mario Maya empezaba el montaje: te contaba la idea y te describía la imagen para que la imaginases en tu cabeza, al tiempo que te hacía oír la música. Esto desarrolló en mí una visión cinematográfica de la coreografía, la capacidad de visualizar escenas, movimientos y colores, que luego me ha sido muy útil. También el trabajo musical era muy importante. Entender la música, su narrativa, sus sutilezas y cambios.

Se trabajaba mucho el movimiento escénico, el espacio, como algo que llenar, ocupar, sentir, usar, como un instrumento más a favor de la historia contada. No se aprendían pasos en sí, sino conceptos escénicos, cómo usar el espacio y los pasos para desarrollar un personaje, una narrativa. Incluso escribió el guion de algunas de sus obras y el de una película sobre Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, que no le dio tiempo a hacer.

Dejaba la coreografía para el final, siempre decía que “pasos había miles pero ideas buenas no” y generalmente pedía a sus bailaores y bailaoras que montasen mucha parte de la coreografía final y él la adaptaba después. Se obsesionaba con el proyecto del momento, no dormía y le daba vueltas constantemente, escribiendo, escuchando la música, descartando ideas. El “trabajo de mesa” que se hace en el teatro, la dramaturgia y el proceso previo al montaje coreográfico, para él eran largos y muy importantes y generalmente los tenía muy avanzados cuando empezaba a montar.

 

Crear escuela: trabajo, disciplina, sacrificio

Mario era especialista en mover al cuerpo de baile, en contar cosas con el grupo, más que en el trabajo solista. Siempre insistía en que hiciésemos uso del espacio escénico, que lo ocupásemos, que “bailásemos grande”. Le gustaba la técnica pero intentaba siempre aflamencarla con detalles pequeños y con la aportación del cante, que para él era esencial. Por ejemplo, daba mucha importancia a las manos y su expresividad y al uso de la mirada durante la coreografía.

También eran vitales la técnica y la disciplina, y durante los montajes la compañía recibía… ¡clases de ballet!, algo que en la Sevilla de los 80 era una excentricidad, pero que para él era totalmente necesario. En mi opinión no fue un coreógrafo de estilo ni de pasos, lo que transmitió a alumnos tan importantes hoy como Rafaela Carrasco o Israel Galván fue una disciplina escénica y una visión del espacio y del uso de la música flamenca y no flamenca diferente.

 Profesionalidad gitana, la dualidad

Mario expresaba con detalles pequeños, pinceladas calculadas y medidas, más que con grandes explosiones de fuerza o velocidad. La contención y el gusto por el detalle, la elegancia y la técnica serían características de su estilo, además del uso protagonista de la música y los músicos, especialmente el cante. También el primar la expresión de la emoción por encima del virtuosismo por medio de una sensibilidad delicada y sutil.

Quiero destacar, como dije antes, su intento siempre de no perder la “gitanidad”, su concepto y su sentir de lo que para él era ser Roma, al tiempo que basaba su estilo en elementos aparentemente no-gitanos dentro del baile flamenco (musicalidad vs. rítmica, contención vs. explosión, técnica/frialdad vs. racialidad/calor, sensibilidad vs. instinto, etc.).

Aprendí con Mario Maya que el escenario y el público merecen el máximo respeto y que el flamenco tiene la misma dignidad y altura que el ballet o cualquier forma de arte. Y que el bailaor o bailaora es un profesional dedicado en cuerpo y alma a su trabajo, más allá del éxito y el reconocimiento. Tambien aprendí que hay un proceso creativo e intelectual detrás de cada movimiento, que nada es porque sí, como él siempre decía, “gratuito”, y a no alargar los números, a no cansar al publico. Esto era muy importante para él, medir el tiempo.

Pero sobre todo fui testigo de sus contradicciones, de cómo Mario Maya se vivía como gitano en la calle y con su familia, pero debía defender ser gitano en escena. La necesidad de que el flamenco trascienda unos límites formales básicos para poder expresar una gama inmensamente más amplía de conceptos se basó en él y en otros artistas de su época, en un trasfondo intelectual y de denuncia sociopolítica unidas a su formación flamenca. También surgió como el medio de dignificar un arte, una profesión y una etnia consideradas inferiores y muy bajas en la escala social. Pocos bailaores y bailaoras en aquel momento pudieron o quisieron entender esto, usándolo como argumento antigitano en contra de Mario. No se podía ser bailaor gitano, leer, escuchar música clásica y ser trabajador.

He sido testigo de la discriminación de mi padre por parte de otros artistas gitanos y me siento muy orgullosa de poder decir que esto no ocurre hoy en día. Los bailaores y bailaoras gitanos y gitanas hemos aprendido a alimentarnos de muchas influencias artísticas, sociales y culturales, a “estar en el mundo” y no temer perder nuestra identidad al abrir nuestra mente igual que nuestro corazón.

Mario Maya dejó un legado creativo de compromiso, imaginación y valentía consecuentes con su tiempo y creó una escuela de grandes intérpretes y coreógrafos. Fue un rebelde hasta el final y esa es mi herencia más preciada (casi nos echan de Tailandia por negarse a saludar al rey de entonces), pero sólo se entiende su rebeldía, su revolución, lo avanzado a su tiempo que fue, desde su ser gitano: artista gitano y bailaor gitano.

Desde aquel niño que bailaba en la cueva para los turistas.

Belén Maya


Click para acceder a la playlist de videos de Mario Maya

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Portada del disco Camelamos Naquerar
Portada del disco Camelamos Naquerar
Mario Maya en la película "Flamenco" de Carlos Saura 1995

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