Desventajas socioculturales
La constatación de que, desde una perspectiva estructural, la situación de los gitanos
españoles requiere un reconocimiento explícito de las desventajas que sufren a nivel
legislativo (1), puede parecer una ingenuidad. Quizás 20 años no han
sido suficientes para que nuestra democracia eche unas raíces lo suficientemente fuertes
que le permitan resistir los vientos sociales que esta situación provocaría. A este
respecto, son bien significativas las movilizaciones sociales, promovidas por
organizaciones vecinales, que se producen especialmente cuando va a realojarse un grupo de
familias gitanas -casi siempre anecdótico- o las protestas "vox populi" que se
alzan contra servicios sociales o administraciones porque "sólo les dan a los
gitanos". Los prejuicios y las imágenes sociales en contra de los gitanos tienen una
gran fuerza que no se debe subestimar.
De la estructura a la
coyuntura
La sociedad gitana se estructura en grupos de edad. Siguiendo esta categorización podemos
realizar un seguimiento de la realidad sociopolítica y cultural de la comunidad gitana.
En el primer grupo, comenzando por la base de la pirámide demográfica, se encuentran los
niños. Sin duda, la infancia gitana sufre con especial dureza la situación de
marginación de los españoles gitanos.
Exceptuando los grupos minoritarios que gozan de una situación socioeconómica estable,
la mayoría de los niños y niñas gitanos crecen en un ambiente de marginación. Grupos
importantes de población viven con sus familias en barrios ghetto, de infraviviendas,
chabolas o en barrios que se han denominado gráficamente de "chabolismo
vertical". Desde muy pequeños aprenden lo que significa la pobreza y la
marginación. Su paso por la escuela no suele ser precisamente positivo. A los barrios
segregados corresponden muchas veces escuelas segregadas con una mayoría de alumnos
gitanos, donde la ausencia de medios económicos, la violencia y la estigmatización de
todo el centro, condiciona en la mayoría de los casos el más estrepitoso fracaso
escolar. Si pueden acceder a una escuela integrada, no tienen muchas más ventajas. La
mayor parte de alumnos y profesores los rechazan y aprenden desde preescolar que gitano es
sinónimo de insulto. Muchas veces las actitudes de re-chazo no se basan en ideologías
racistas, como indican algunos análisis simplistas. Por desgracia, la realidad es mucho
más compleja. Los hábitos, las costumbres, la cosmovisión... en definitiva, la cultura
gitana hace que los niños y las niñas sean diferentes y se comporten de forma diferente.
Si a esto unimos la pobreza, tenemos juntos los componentes de un conflicto como el que
podemos constatar.
La diferencia cultural de los niños gitanos, que podría significar un enriquecimiento
para toda la escuela, se convierte en un motivo de conflicto. Y es así, sobre todo, por
las dificultades de flexibilidad que tiene el sistema escolar y por la falta de recursos
humanos y materiales. Los niños con especiales dificultades, y muchos gitanos las tienen
no por sus capacidades intelectuales sino por sus condicionantes sociales, constituyen una
molestia en un sistema escolar masificado, con pocos medios y donde la educación
personalizada y el apoyo a la desigualdad se queda, por desgracia, en los escritos y en
los informes de los claustros escolares.
Las consecuencias son dramáticas para los niños y las niñas gitanos. Los niveles de
absentismo son muy elevados. Algunos de los estudios más recientes (2)
nos indican cómo superan en muchos casos el 50% y llegan a cifras realmente preocupantes,
por ejemplo en la provincia de Jaén donde alcanza el 69%. También el abandono escolar
afecta de forma especial a la infancia gitana. Se estima que menos del 5% finaliza los
estudios de Primaria, aunque estos datos son estimativos, a falta de investigaciones
recientes y fiables.
La imagen actualizada de un niño o de una niña gitana marginados sería la del que va
poco o nada a la escuela y que apenas sabe leer y escribir. Se incorporan pronto a los
trabajos de adultos, las niñas en las tareas domésticas y cuidando a sus hermanos más
pequeños, y los niños ayudando a sus padres y familiares en diferentes trabajos. Si
está en una situación muy marginada, estará malnutrido o desnutrido, tendrá mala salud
y en el peor de los casos, que sólo se produce de forma muy marginal, sufrirá malos
tratos psíquicos o físicos. Están condenados a reproducir la vida de sus padres y a
continuar la larga cadena de la marginación.
La infancia gitana integrada también sufre problemas de adaptación escolar. Sobre todo
por razones culturales. Son niños que, aunque gozan de un medio socioeconómico estable,
tienen problemas de adaptación. Sufren una cierta esquizofrenia cultural entre los
valores del entorno gitano y los valores de la escuela. También sufren un cierto grado de
marginación de-bido a la estigmatización de la cultura gitana y de los gitanos en
general. Proceden de un medio social analfabeto donde la lectoescritura y la formación no
se valora, con lo cual tienen que superar especiales dificultades. Ellos constituyen la
minoría que logra acceder a la enseñanza secundaria, que también abandona en un elevado
porcentaje a causa de las tensiones culturales entre el medio social y el escolar.
Un grupo reducido alcanza una cierta formación profesional que sólo le da opción a
competir en un mercado de trabajo saturado por adolescentes no gitanos de más de 16 años
con mucha más formación. Están en una situación de desventaja que casi siempre
desemboca en frustaciones y en la vuelta a los oficios más tradicionales como la venta
ambulante o como mano de obra no especializada en la industria o en labores agrícolas.
El matrimonio en el grupo gitano se produce a edades tempranas. En los grupos más
marginados y/o tradicionales la edad oscila entre los 14 y 18, aunque en los grupos más
integrados se observa como va ascendiendo la edad hasta alcanzar entre los 20 y 25.
Estos jóvenes se enfrentan a varios tipos de dificultades, en las que su nivel
socioeconómico tiene una gran incidencia. Si proceden de un entorno de vendedores
ambulantes, a lo que se dedica un amplio porcentaje de la población gitana de "clase
media", se incorporan con sus familias a este trabajo. Si no es así, lo cual es
frecuente, tienen opciones muy restringidas: las mujeres el servicio doméstico, la venta
a domicilio, y en general todos los trabajos que requieran mano de obra no cualificada,
casi siempre mal pagada y no pocas veces en el ámbito de la economía sumergida, en
empresas, pequeñas industrias o en tareas agrícolas. Los hombres tienen, si cabe, un
campo todavía más restringido: en tareas agrícolas estacionales, como trabajadores
temporeros, en fábricas o en industrias, con contratos temporales o sin contratos
y
los grupos más marginados en la recogida de cartón y chatarra, actividad a la que se
dedican especialmente en la periferia de las grandes urbes.
Sólo un estrato de la población gitana, porcentualmente ínfimo, tiene una situación
laboral estable en profesiones liberales, peones cualificados, técnicos o como
empresarios en diferentes sectores económicos. Muchos de ellos son los que hemos
denominado anteriormente los gitanos invisibles.
La situación laboral condiciona a cada uno de los grupos que hemos descrito para acceder
a una vivienda. Este es el problema por antonomasia de muchas parejas de jóvenes gitanos
en la actualidad. A falta de ella, muchos viven con sus familias, lo que agrava el
problema de hacinamiento, ya grave a causa de las elevadas tasas de natalidad.
Acceso a trabajo. Acceso a una vivienda. Estas dos prioridades están limitadas no sólo
por las circunstancias personales, sociales y económicas de las parejas gitanas, sino
también por el hecho de ser gitanos. Su identidad étnica condiciona de forma
determinante las posibilidades de acceso. Las encuestas sociológicas lo señalan. Nadie
quiere tener como vecino a un gitano. Y desde luego, todo el mundo conoce las dificultades
que tiene una persona gitana para ser contratada, en igualdad de condiciones, cuando
compite con cinco que no lo son.
En el grupo gitano, los ancianos cuentan con dos ventajas a priori: son un grupo reducido
en la pirámide de población gitana y, además, son muy valorados en el contexto cultural
gitano. En general su situación social y sus limitaciones son las mismas que las de su
entorno familiar.
Los problemas más graves de este grupo se producen en los barrios ghetto de las grandes
urbes, donde prolifera el chabolismo y donde la salubridad es inexistente. Seres humanos
hacinados entre el barro y los cartones que carecen de agua potable y de luz. Los ancianos
gitanos pagan el precio con un índice de mortalidad superior a la media del resto de
ciudadanos.